lunes, 12 de octubre de 2009

¡Que inevitable interpretación!


¡Que inevitable interpretación! Debe ser la normal acción de comportarse, la irreversible maquina de escribir que cuelga del monte más alto, la mafia que ordena cada fusilamiento en alguna esquina rota.

La historia que envuelve mis oídos es descrita por su propio autor y me removió algo más que el instante.

Cada tormentoso río oscuro rugía los nombres de cientos maullidos de perros, y todo así fue creciendo, andando por los caminos inexorables de la gratitud, con la imprenta tatuada en la frente, con la paz encubierta y llorona. ¡Por fin! Los gritos ya modulaban, cada frase era una entonación mayor, directa a los oídos de las mascaras perfiladas a color, y decían: “¡volverá la angustia a tus pies, y serán bellos en vez de ser humanos, serán hombres y mujeres con sus genitales rozando al mounstro de cristal, el mounstro caminará por las huellas hondas con olor a bencina! Todos será… todo será distinto, hasta la humana condición de vivir en el exilio permanente, permanente… ¡permanente como con nidos de agujas!”

El silencio masacró cada silencio, se suicidó y caminó mas lejos, derritiendo el vientre inmaduro del joven sentado detrás del escenario. Tristemente sus ojos se posaron en el imponente mentiroso de terno y corbata, tanto así que besó un tiempo la verdad camuflada, asiéndolo pretexto para cada infiltración y espectáculo. EL Danubio gris se puso de acuerdo para dejar de cantar sus canciones, ese es mi renombre y mi espíritu, ese es el llanto con sabor a ternura de mis anotaciones, aquí quiero finalizar, en la verdad con sabor a muerte, en la incrustación de todas las balas ¡todas las balas! ¡Con la incrustación de todas las balas en mi cuerpo!

Hoy llevaré todas las locuras a mi cama, las desnudaré rozando suavemente mis manos en sus pieles de jazmín, seremos serpientes calidas y suaves, asechándonos para excitarnos. Morderán todas ellas mi cuello y un hilo de sangre rodará hasta ser suelo ¡un gemido al unísono de las locuras y mi voz implorando ser carne!... ahí pereceré, nada más, el olor a vida debe terminar sin ser venerado, solo con el pezcueso ensangrentado y con miles de locuras dándose un festín con mis entrañas.